UNA MUJER Y UN HOMBRE

Entre los mudos vestigios del ser, pasan inadvertidos. Un manto de insípidos besos se pierden en esas huellas que sus labios jamás dejaron. Aquellas risas no escuchadas lloran inexplicablemente oscurecidas en un marasmo de aniquilados sueños. Es un buque de guerra el que ha esparcido las atómicas anatomias blindadas, cascajos humanos que no aspiran ya ni a reencontrarse. Esos ojos pimienta cerrados sin querer ver la verdad pues lloran sangre, de aquella que no para, de la que nunca queremos beber pues sabe amarga. Buhos de azorados ojos en lo putrefacto de la noche acechan a los amantes que se han estrangulado entre palabras soeces maldiciendo hasta los más mínimos recuerdos de aquella vida plana. Cincuenta años luz de muerte en vida, un abismo silencioso de secretos que son guardados en la tumba. Ahí quedan los restos, los huesos rotos, las expresiones en deceso impregnado de vacío y soledad mortuoria. Ahí yacen los vestigios más infames de una mujer y un hombre que no quisieron amarse y que como serpientes sedientas bebieron su veneno. G©D2010